En estos tiempos de desconcierto y separación, de confinamiento y angustia, hay una antigua fábula de Esopo puede enseñarnos algo sobre esta situación que estamos viviendo y nuestro modo de enfrentarnos a ella.
Cuenta la leyenda que hace cientos de años, en un lejano lugar, se encontraba una tierra que era gobernada con justicia y bondad por un sabio y anciano gobernante. Sus ciudadan@s eran felices porque su gobernante hacía lo posible –y, a veces, hasta lo imposible- por ofrecer a sus gobernados aquello imprescindible para disfrutar de una vida buena… Incluso en época de penurias, como aquella en la que estaban viviendo en el momento en el que transcurre la historia que me dispongo a contaros.
Eran años difíciles a causa de la escasez de lluvias… La sequía dificultaba los cultivos y traía la hambruna a los hogares, que sólo se iba superando gracias a la solidaridad de los unos con los otros y a las ayudas que periódicamente llegaban del gobernante.
Sin embargo, en épocas de dificultad siempre se caldean los ánimos… Y aparecen problemas que traen cada vez más problemas. Sucedió que algunos de entre el pueblo comenzaron a murmurar, y a hacer correr la historia de que la sequía era un castigo de los dioses, que no estaban conformes con el gobernante. Según ellos, había llegado la hora de la sucesión. Y poco a poco, fue gestándose la revuelta…
Los siete hijos del gobernante, animados por los acontecimientos, comenzaron a organizar grupos para hacerse con el trono y eliminar a su padre. Unos y otros, comenzaron a prometer favores a soldados y campesinos para lograr así su apoyo… Hasta que sus maquinaciones llegaron a oídos del gobernante. Éste, pese a su avanzada edad y a su desgaste físico, sabía por experiencia que los problemas graves exigen ser resueltos con urgencia, así que solicitó la presencia de sus siete hijos en sus aposentos privados.
Cada uno de los príncipes herederos, al recibir la citación de su padre, temió que aquél hubiera descubierto sus maquinaciones… Y temió por su seguridad. Pese a ello, no podían desobedecerlo… Y menos cuando es tu padre. Así que todos asistieron… Con el temor, eso sí, reflejado en sus contraídas pupilas.
El gobernante los recibió tumbado en su cama. Con mirada feroz los miró a todos, uno por uno, del menor al mayor y –con voz débil- se dirigió a todos ellos:
– Os he educado lo mejor que he sabido, he intentado hacer de vosotros hombres libres y de provecho, personas capaces de gobernar un día sobre estas u otras tierras… Pero parece que no habéis aprendido la más importante de las enseñanzas del buen gobierno. Voy a intentar, por vuestro bien y por el de nuestro pueblo, que la comprendáis en el día de hoy porque, de lo contrario, sólo nos espera el caos y la desolación… A todos.
Los jóvenes, perplejos, se miraban unos a otros con estupor, inquiriéndose con la mirada -unos a otros- si alguno entendía de qué hablaba el anciano.
La voz del gobernante los sacó de su ensimismamiento:
– Coged las varas de madera de cedro que hay en ese rincón. Hay ocho, contadlas.
Tras comprobar que el gobernante estaba en lo cierto, el mayor de los hijos afirmó:
– Así es, padre. Hay ocho varas.
– Bien… Atadlas firmemente con las cuerdas que hay en suelo de ese mismo rincón- solicitó el anciano.
Cuando el mayor de los hijos terminó de hacer cuanto le había pedido su padre, éste lanzó un desafío a sus siete vástagos:
– A ver quién de vosotros es capaz de romper esas ocho ramas…
Pensando que se trataba de una prueba de fuerza para elegir a su sucesor, los ocho hermanos –uno tras otro- pusieron todas sus fuerzas y empeño en intentar quebrar las varas de cedro… Pero les resultó imposible. Acalorados, cansados y sudorosos, con la respiración entrecortada a causa del esfuerzo, escucharon a su padre susurrar:
– Bien, bien… Ahora desatad las cuerdas y tomad cada uno una vara de cedro. Y, por favor, dejadme a mí la más delgada de todas.
Cuando su solicitud había sido atendida, tomó su vara y –con cierta facilidad- la quebró. Sus hijos, que no entendían de qué iba aquello, le oyeron decir:
– Haced lo mismo que yo he hecho, romped vuestra vara.
Todos, debido a su juventud, pudieron seguir sus indicaciones con facilidad… Y ocho ramas partidas de cedro fueron abandonadas sobre el suelo.
Cuenta la leyenda que hace cientos de años, en un lejano lugar, se encontraba una tierra que era gobernada con justicia y bondad por un sabio y anciano gobernante. Sus ciudadan@s eran felices porque su gobernante hacía lo posible –y, a veces, hasta lo imposible- por ofrecer a sus gobernados aquello imprescindible para disfrutar de una vida buena… Incluso en época de penurias, como aquella en la que estaban viviendo en el momento en el que transcurre la historia que me dispongo a contaros.
Eran años difíciles a causa de la escasez de lluvias… La sequía dificultaba los cultivos y traía la hambruna a los hogares, que sólo se iba superando gracias a la solidaridad de los unos con los otros y a las ayudas que periódicamente llegaban del gobernante.
Sin embargo, en épocas de dificultad siempre se caldean los ánimos… Y aparecen problemas que traen cada vez más problemas. Sucedió que algunos de entre el pueblo comenzaron a murmurar, y a hacer correr la historia de que la sequía era un castigo de los dioses, que no estaban conformes con el gobernante. Según ellos, había llegado la hora de la sucesión. Y poco a poco, fue gestándose la revuelta…
Los siete hijos del gobernante, animados por los acontecimientos, comenzaron a organizar grupos para hacerse con el trono y eliminar a su padre. Unos y otros, comenzaron a prometer favores a soldados y campesinos para lograr así su apoyo… Hasta que sus maquinaciones llegaron a oídos del gobernante. Éste, pese a su avanzada edad y a su desgaste físico, sabía por experiencia que los problemas graves exigen ser resueltos con urgencia, así que solicitó la presencia de sus siete hijos en sus aposentos privados.
Cada uno de los príncipes herederos, al recibir la citación de su padre, temió que aquél hubiera descubierto sus maquinaciones… Y temió por su seguridad. Pese a ello, no podían desobedecerlo… Y menos cuando es tu padre. Así que todos asistieron… Con el temor, eso sí, reflejado en sus contraídas pupilas.
El gobernante los recibió tumbado en su cama. Con mirada feroz los miró a todos, uno por uno, del menor al mayor y –con voz débil- se dirigió a todos ellos:
– Os he educado lo mejor que he sabido, he intentado hacer de vosotros hombres libres y de provecho, personas capaces de gobernar un día sobre estas u otras tierras… Pero parece que no habéis aprendido la más importante de las enseñanzas del buen gobierno. Voy a intentar, por vuestro bien y por el de nuestro pueblo, que la comprendáis en el día de hoy porque, de lo contrario, sólo nos espera el caos y la desolación… A todos.
Los jóvenes, perplejos, se miraban unos a otros con estupor, inquiriéndose con la mirada -unos a otros- si alguno entendía de qué hablaba el anciano.
La voz del gobernante los sacó de su ensimismamiento:
– Coged las varas de madera de cedro que hay en ese rincón. Hay ocho, contadlas.
Tras comprobar que el gobernante estaba en lo cierto, el mayor de los hijos afirmó:
– Así es, padre. Hay ocho varas.
– Bien… Atadlas firmemente con las cuerdas que hay en suelo de ese mismo rincón- solicitó el anciano.
Cuando el mayor de los hijos terminó de hacer cuanto le había pedido su padre, éste lanzó un desafío a sus siete vástagos:
– A ver quién de vosotros es capaz de romper esas ocho ramas…
Pensando que se trataba de una prueba de fuerza para elegir a su sucesor, los ocho hermanos –uno tras otro- pusieron todas sus fuerzas y empeño en intentar quebrar las varas de cedro… Pero les resultó imposible. Acalorados, cansados y sudorosos, con la respiración entrecortada a causa del esfuerzo, escucharon a su padre susurrar:
– Bien, bien… Ahora desatad las cuerdas y tomad cada uno una vara de cedro. Y, por favor, dejadme a mí la más delgada de todas.
Cuando su solicitud había sido atendida, tomó su vara y –con cierta facilidad- la quebró. Sus hijos, que no entendían de qué iba aquello, le oyeron decir:
– Haced lo mismo que yo he hecho, romped vuestra vara.
Todos, debido a su juventud, pudieron seguir sus indicaciones con facilidad… Y ocho ramas partidas de cedro fueron abandonadas sobre el suelo.
Dijo entonces el anciano rey:
– Ésta es la lección que hoy debéis aprender: cada una de las varas de cedro nos representaba a uno de nosotros, a cada uno la suya. Cuando estaban unidas, nadie ha podido quebrarlas. Sin embargo, al separarlas, habéis podido romperlas con mucha facilidad. Yo lo sé, y nuestros enemigos lo saben. Mientras estemos unidos, nuestras flaquezas se verán protegidas por la fortaleza del resto de la familia… Sin embargo, si cada uno de nosotros empieza a preocuparse por sus intereses egoístas y olvida sus obligaciones como hijo, como hermano y como gobernante, él caerá y nos hará caer a todos en el caos, en la guerra y en la desolación. El secreto de nuestra prosperidad como reino –y de la paz de la que siempre hemos gozado- se encuentra en la fortaleza que se deriva de nuestra unión alrededor de unos altos valores y principios, de unos valores y principios que hemos transmitido también a nuestro pueblo y que nos ha ayudado a superar los momentos de dificultades. La valentía y fortaleza se demuestran ante las adversidades y hoy, más que nunca, son precisos héroes que den ejemplo e inspiren a los demás. Ésa es vuestra función como gobernantes cuando yo muera. Haced el favor de no olvidarlo porque, de lo contrario, todas las batallas que gané y todas las tierras que conquisté para llevarles la paz no serán más que humo, un espejismo… Ningún valor tendrán si he perdido la más importante de las batallas: la de hacer de mis hijos auténticos hombres de bien.
Cuando terminó de hablar, un respetuoso silencio tomó el dormitorio. Apenas se escuchaba la emocionada respiración de los hijos que, uno a uno, y con lágrimas en los ojos, se acercaron al lecho de su padre y -con absoluta sinceridad y arrepentimiento- le pidieron disculpas por su mala cabeza.
No se sabe si es que la tarde también se emocionó, o si es que los dioses perseguían y esperaban la transformación de los príncipes, pero esa misma noche llovió… Y volvieron los frutos a las cosechas… Y a la vida de las personas que ese día habían obtenido la mayor de sus victorias. La victoria contra sus propios demonios, que fueron derrotados –como siempre- por la fuerza de la conciencia y el amor.
También nosotros tenemos nuestros propios demonios y un lugar común que defender, ojalá que seamos capaces de guiarnos por tan altos ideales y de mantener esa fraternal unión que nos vuelve invencibles. La situación lo exige, nuestra salud y la salud de los demás, y la felicidad… También.
– Ésta es la lección que hoy debéis aprender: cada una de las varas de cedro nos representaba a uno de nosotros, a cada uno la suya. Cuando estaban unidas, nadie ha podido quebrarlas. Sin embargo, al separarlas, habéis podido romperlas con mucha facilidad. Yo lo sé, y nuestros enemigos lo saben. Mientras estemos unidos, nuestras flaquezas se verán protegidas por la fortaleza del resto de la familia… Sin embargo, si cada uno de nosotros empieza a preocuparse por sus intereses egoístas y olvida sus obligaciones como hijo, como hermano y como gobernante, él caerá y nos hará caer a todos en el caos, en la guerra y en la desolación. El secreto de nuestra prosperidad como reino –y de la paz de la que siempre hemos gozado- se encuentra en la fortaleza que se deriva de nuestra unión alrededor de unos altos valores y principios, de unos valores y principios que hemos transmitido también a nuestro pueblo y que nos ha ayudado a superar los momentos de dificultades. La valentía y fortaleza se demuestran ante las adversidades y hoy, más que nunca, son precisos héroes que den ejemplo e inspiren a los demás. Ésa es vuestra función como gobernantes cuando yo muera. Haced el favor de no olvidarlo porque, de lo contrario, todas las batallas que gané y todas las tierras que conquisté para llevarles la paz no serán más que humo, un espejismo… Ningún valor tendrán si he perdido la más importante de las batallas: la de hacer de mis hijos auténticos hombres de bien.
Cuando terminó de hablar, un respetuoso silencio tomó el dormitorio. Apenas se escuchaba la emocionada respiración de los hijos que, uno a uno, y con lágrimas en los ojos, se acercaron al lecho de su padre y -con absoluta sinceridad y arrepentimiento- le pidieron disculpas por su mala cabeza.
No se sabe si es que la tarde también se emocionó, o si es que los dioses perseguían y esperaban la transformación de los príncipes, pero esa misma noche llovió… Y volvieron los frutos a las cosechas… Y a la vida de las personas que ese día habían obtenido la mayor de sus victorias. La victoria contra sus propios demonios, que fueron derrotados –como siempre- por la fuerza de la conciencia y el amor.
También nosotros tenemos nuestros propios demonios y un lugar común que defender, ojalá que seamos capaces de guiarnos por tan altos ideales y de mantener esa fraternal unión que nos vuelve invencibles. La situación lo exige, nuestra salud y la salud de los demás, y la felicidad… También.
actividad:
Lee el cuento con detenimiento y atención.
Explica qué enseñanza has obtenido tras su lectura.
Escribe qué noticias has leído en estos días relacionadas con la solidaridad.
Escribe qué enseñanzas positivas podemos sacar de la situación que estamos viviendo.
Esta actividad nos va a ayudar a motivarnos y ser conscientes de que la solidaridad es fundamental.
Las respuestas debes publicarlas en el foro y tienes de fecha límite hasta el martes 24 de marzo.
Explica qué enseñanza has obtenido tras su lectura.
Escribe qué noticias has leído en estos días relacionadas con la solidaridad.
Escribe qué enseñanzas positivas podemos sacar de la situación que estamos viviendo.
Esta actividad nos va a ayudar a motivarnos y ser conscientes de que la solidaridad es fundamental.
Las respuestas debes publicarlas en el foro y tienes de fecha límite hasta el martes 24 de marzo.
Nueva actividad: entrega 1 de abril
CARTAS AL HOSPITAL
La última de las iniciativas ciudadanas proviene del sector sanitario y se trata de escribir cartas de apoyo y ánimo para las personas con coronavirus que están ingresadas y asiladas en los hospitales.
Cristina Marín, cirujana en el Hospital de La Princesa ha lanzado una iniciativa para animar y acompañar a los pacientes afectados por #coronavirus a través de cartas de todos los ciudadanos. Entre todos venceremos al virus#QuedateEnCasa #Coronavirusmadrid #CoronavirusEspaña
“Los pacientes con coronavirus se encuentran en un aislamiento brutal, están completamente solos, separados de sus familias. Incluso, muchos de ellos saben que sus familiares están en otras habitaciones, intubados en la UCI o que, incluso, están muriendo", explica Cristina en su audio.
Además, señala que los profesionales sanitarios solo pasan una vez al día y esto provoca una situación de soledad y ansiedad que tal y como apunta esta facultativa “puede derivar en muchísimo estrés post-traumático en el aislamiento”.
Cristina Marín, cirujana en el Hospital de La Princesa ha lanzado una iniciativa para animar y acompañar a los pacientes afectados por #coronavirus a través de cartas de todos los ciudadanos. Entre todos venceremos al virus#QuedateEnCasa #Coronavirusmadrid #CoronavirusEspaña
“Los pacientes con coronavirus se encuentran en un aislamiento brutal, están completamente solos, separados de sus familias. Incluso, muchos de ellos saben que sus familiares están en otras habitaciones, intubados en la UCI o que, incluso, están muriendo", explica Cristina en su audio.
Además, señala que los profesionales sanitarios solo pasan una vez al día y esto provoca una situación de soledad y ansiedad que tal y como apunta esta facultativa “puede derivar en muchísimo estrés post-traumático en el aislamiento”.
¿QUÉ VAMOS A HACER?
VAMOS A ESCRIBIR UNA CARTA , escribirás carta pondrás tu nombre de pila(sin los apellidos), edad, una descripción personal y un mensaje de apoyo, tal y como se está haciendo en todos los hospitales que se han sumado a esta iniciativa.
¿DÓNDE LAS MANDAREMOS?Hospital de Málaga.
[email protected]
CUANDO LA ENVÍES LA COPIAS Y LA PUBLICAS EN EL FORO DE EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA.
IMPORTANTE: EN EL FORO PON TU NOMBRE PERO SÓLO LAS INICIALES DE TU APELLIDO(por la Ley de privacidad de datos).
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